Reflexiones del PRI sobre las Escrituras | Sábado de la XVII semana del Tiempo ordinario
Evangelio
Mateo 14:1-12
En aquel tiempo, el rey Herodes oyó lo que contaban de Jesús y les dijo a sus cortesanos: “Es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas”.
Herodes había apresado a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, pues Juan le decía a Herodes que no le estaba permitido tenerla por mujer. Y aunque quería quitarle la vida, le tenía miedo a la gente, porque creían que Juan era un profeta.
Pero llegó el cumpleaños de Herodes, y la hija de Herodías bailó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que le pidiera. Ella, aconsejada por su madre, le dijo: “Dame, sobre esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por no quedar mal con los invitados, ordenó que se la dieran; y entonces mandó degollar a Juan en la cárcel. Trajeron, pues, la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre.
Después vinieron los discípulos de Juan, recogieron el cuerpo, lo sepultaron, y luego fueron a avisarle a Jesús.
Reflexión del Evangelio en palabras de Monseñor Don Fischer
Una de las cosas que ha sido un gran misterio para mí es lo difícil que ha sido para la Iglesia hacer cambios, pasar del modelo del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento. Y del Reino Antiguo al Reino Nuevo. E incluso en la historia de la iglesia, cuando se produjeron cambios, siempre fue difícil para la iglesia realizar esos cambios si exigían que la gente viera las cosas de manera diferente.
La gracia de Dios es esencial para que abracemos lo nuevo y lo integremos con lo viejo. Siempre será así. Nunca todo es igual. Ciertas leyes y reglas son esenciales, pero cómo las vivimos, cómo las entendemos cambia a medida que cambiamos.
Tómese unos momentos para reflexionar sobre los pensamientos que le surgen de esta lectura y reflexión, y cerraré con una oración.
Oración final
Padre, está claro que la iglesia está pasando por algunos cambios radicales. Desde el Vaticano II, ha habido una tensión en la unión que anhelábamos ver en la Iglesia. Y nos ha separado en grupos de personas que parecen estar en desacuerdo entre sí. El Reino de los cielos es algo que debemos abrazar juntos. Y trabajar juntos con un espíritu de apertura, es fundamental. Eso es lo que oro por la iglesia hoy, que abracemos lo nuevo, aunque sea difícil, y preservemos algo de lo viejo, aunque pueda resultar difícil para algunos. Bendícenos a través de esta crisis. Y te lo pedimos en el nombre de Jesús.